Fecha de publicación: 15 de mayo de 2018

Unos 18 hermanos/as nos disponíamos a vivir una jornada formativa-vivencial, abiertos al Espíritu. Comenzamos con una visita cultural repleta de referencias al carisma de la Compañía de Jesús, sin olvidar las obras salesianas que este templo guarda en su interior: imagen de María Auxiliadora y un oleo de Don Bosco realizado en Turín en los cuarenta.

Sobre las 11:30 llegamos al Monasterio de la Paz, allí nos daba la bienvenida la Hermanita Fátima junto al resto de la comunidad.

Al entrar en este espacio arquitectónico percibes la desnudez de los muros, pobreza de los materiales, junto a espacios pequeños. Te cuestionan e interpelan a no apegarte a lo material, cultivar el interior y vivir de la providencia.

Efectivamente el monasterio es el zaguán que te prepara a contemplar y sentir el espíritu dominicano en su más genuina autenticidad: vida contemplativa, vida misión, vida fraterna y Misterio del Cordero.

La Eucarística en aquel contexto es fuente de vida para acrecentar la intimidad con el Señor, agradecer la presencia de Jesús Resucitado que se parte, comparte y alimenta a todos sus hijos sin distinción, además de prepararnos para anunciar su Reino de Amor-Justicia.

De la misa a la mesa, la comida te permite acercarte y conocer a estos hermanos, ponerles nombre, descubrir el tesoro de todo ser humano y la oportunidad que nos da Dios a practicar la MISERICORDIA con sus hijos.

Como salesianos cooperadores esta experiencia nos ayuda a actualizar el espíritu de las Bienaventuranzas, a tener esa especial sensibilidad por los más pobres entre los pobres en lo material y espiritual, descubrir el rostro de Cristo encarnado.

Sin duda, hemos experimentado la ternura de Dios con aquellos que menos tienen, una oportunidad para renovar nuestra vocación de salesianos cooperadores al servicio del REINO de DIOS, sabiendo que todo el bien que hacemos por lo demás, nos lo hacemos a nosotros mismos.