Esta talla junto a la que estoy se llama Ecce Homo: “Este es el hombre”. Y uno puede reconocer que, efectivamente, éste es el hombre, un ser humano llagado; llagado por la vida, llagado por las heridas que nos hacemos en el mismo roce de unos con otros, en las mismas relaciones humanas, hasta las más queridas a veces.

La herida que hay en nuestro corazón nos genera constantemente llagas, amenaza constantemente con endurecer ese corazón, con inclinarlo hacia el cinismo o hacia la desesperanza. Éste es el hombre. Y éste es el hombre, Señor, al que Tú, en la Encarnación, en la Navidad, has querido unirte, abrazarte, cogerlo de la mano y sacarnos de la profundidad de nuestra muerte, de nuestra desesperanza, de nuestro egoísmo, y abrirnos a un horizonte de luz y de vida, que es la mañana de Pascua.

La Semana Santa no sería santa, no sería grande, si no fuera porque comienza realmente la Historia de nuevo en esa mañana de Pascua. Yo creo que es el comienzo verdadero de la Semana Santa; no el Domingo de Ramos, no la procesión de la Borriquilla, sino que la Semana Santa comienza en la mañana de Pascua, porque allí comenzó una nueva Creación. Y comienza todos los días, porque, para quien abre su corazón a Dios, al Dios que se nos ha revelado en Cristo como amor, cualquier momento puede ser esa mañana de Pascua en el que la Creación fresca, recién salida de las manos de Dios, nos inunda de luz y de transparencia, de vida, de la vida que anhelamos, de la vida para la que el Señor nos ha hecho y nos ha creado.

¡Feliz Pascua para todos vosotros! Y ojalá cada uno de nosotros también seamos capaces de abrazar al hombre tal como es, con sus llagas, con sus heridas, tal como lo encontramos cada día en la vida. Y que nuestro modo de vivir le muestre la posibilidad no utópica, sino la posibilidad real, de ese horizonte que ha quedado abierto siempre para todos en la mañana de Pascua.

De nuevo, ¡feliz Pascua para todos!

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

21 de abril 2019
Granada

Escuchar Mensaje

Ver Mensaje