Fecha de publicación: 19 de febrero de 2019

Álvaro falleció en 1997, mientras Alfonso del Corral pasaba de una vida llena de éxitos y reconocimientos profesionales y personales a una vida dolorosa, de sufrimiento y desgarradora por la pérdida de su hijo pequeño.

Invitado por el Grupo de oración “Reina de la paz”, en la parroquia del Sagrario-Catedral, Alfonso del Corral ha estado recientemente en Granada, para compartir su testimonio de conversión del dolor a la esperanza. “Sólo cuando sufres una cosa así, se te abren los ojos”, explica Alfonso del Corral, que fue Jefe de los Servicios Médicos del Real Madrid y, actualmente, médico de Traumatología y Ortopedia en la Clínica Ruber Internacional de Madrid.

Ha estado en Granada, con el Grupo de oración “Reina de la Paz”, para dar testimonio a partir de un hecho doloroso que le sucedió. Qué le cambió la vida.
Hace 22 años tuve un hecho tremendo que es la muerte de un hijo. Y alrededor de ellos y como consecuencia de eso, tuve una experiencia y un encuentro con Dios. Aquello me cambió la vida. En ese sufrimiento, en un primer momento, paso a un caminar y a un buscar. Y efectivamente, yo soy un hombre totalmente converso, apasionado y, sobre todo, un hombre lleno de esperanza. A pesar de los sufrimientos y golpes que te puede dar la vida, soy un hombre lleno de esperanza, porque mi esperanza está puesta en el Señor.

Empecé por invitación de unas monjas que me hablaron de un matrimonio que habían tenido un caso parecido de una pérdida de un hijo. Yo les di mi testimonio y, a raíz de eso, fue una detrás de otra, invitando a gente y amigos que intentaban propagar esa esperanza a personas que sufren. Eso es lo que hago, con la máxima pasión y la máxima humildad, e intentando realmente que el Señor a través mío pueda ayudar a alguien.

Cómo fue ese punto inicial en el que comenzó la búsqueda de respuesta al dolor y sufrimiento.
Fue inmediatamente después. Ante el fogonazo de sentirte muerto. Pierdes a un hijo, pero quedas muerto, tú y tu mujer, y todo tu entorno. Tuve una experiencia, que siempre cuento en mis testimonios, de una serie de hechos que fueron sucediéndose en los que realmente experimento lo más importante: que Jesucristo no es una historia del pasado; que Jesucristo es una historia viva y Jesucristo está vivo. Y, por lo tanto, cuando tú has experimentado que Dios existe; que Dios está aquí a tu lado y va caminando contigo, te empiezas a formar y a seguir creciendo, y vas caminando con tus derrotas, con tus errores y con tus contradicciones, porque es la naturaleza humana. No somos ángeles, somos humanos, que estamos caminando aquí. Y todo esto es lo que me va llevando para, de alguna forma, con la máxima humildad, si puedo llegar a alguien que le ayude y que le dé fuerzas, bendito sea Dios.

Este tipo de situaciones que llegan en nuestra vida –la pérdida de un hijo y también de un ser querido, una enfermedad-, circunstancias que uno no entiende y que piensa que hay un misterio detrás, son situaciones radicales, porque o te llevan a creer más y a profundizar en el significado de lo que sucede, o te llevan a alejarte de Dios, porque lo que sucede lo creemos un engaño o burla de la vida. ¿Qué opina?
Ese choque de cara a cara, ese encuentro con el sufrimiento, con la enfermedad, con la muerte, en definitiva es el encuentro con la cruz de tu vida. La cruz de tu vida es insufrible, es inaceptable. Solamente se puede aceptar cuando percibes que esa cruz también está llevada por Otro, que es Dios; que Dios te quiere ahí y eso te da las fuerzas justas, porque, sin Él, no puedes llevarlo y para transformar completamente ese sufrimiento en algo que pueda ser positivo, aunque parezca algo increíble. Sobre todo, por el bien que produce si es capaz de transformar todo eso en amor, en caridad, en solidaridad, en amistad, en afecto, en cosas que realmente permitan que haga la vida más feliz a los demás.

La clave la ha dado ya: el dolor transformado en esperanza.
Sin duda. El sufrimiento es absurdo. Es algo inaceptable. Sólo tiene sentido con una visión trascendente, superior. El sufrimiento está dentro de nuestra naturaleza humana, que está aquí imperfecta. Y existe la enfermedad, el dolor. Y existe muchísimo. El mundo está lleno de enfermedad y de dolor, y lo que es peor, de la enfermedad del egoísmo, y de la soledad, y del aislamiento de todas estas personas. Vivimos en una ceguera absoluta. Sólo cuando sufres una cosa así, se te abren los ojos y ves a tu alrededor que está lleno de gente que está sola; que está sufriendo; que tiene enfermedades y situaciones terribles y lo único que hace falta es una sonrisa, un abrazo, un poco de afecto.

En su día a día, cómo vive la fe.
Soy un hombre de parroquia. Tengo muchos amigos curas, por todos lados. Voy a grupos de montaña. Tengo muchísimos amigos: sacerdotes párrocos, y mucha gente de diferentes grupos y carismas, y tengo amistad con ellos. Recogí el testigo de mi madre, en un carisma: el carisma del Cottolengo, del padre Alegre. Me siento muy cercano al espíritu cotolenguino y voy caminando. Me siento un hombre de Iglesia. Me siento un hombre que amo profundamente a Jesucristo.

A partir de ese hecho doloroso, de ese camino que ha recorrido comenzando por una búsqueda al significado de ese sufrimiento, pienso en los padres que han perdido a un hijo. Qué les diría a ellos.
La muerte de un hijo, y de un hijo pequeño, es especialmente brutal, porque es contra natura. Porque todos aceptamos que en un momento determinado nuestros abuelos, nuestros padres se tienen que ir. Y cuando te afecta de hermanos es muy duro. Y ya un hijo es algo que choca frontalmente con estos principios biológicos. Pero, en definitiva, es la muerte. La muerte de cualquier persona. Es muy difícil darles una frase y darles una especie de pócima maravillosa: “Ahora ya te he arreglado la vida”. Eso no es así. Lo único que existe posiblemente es, en primer lugar, rezar profundamente por ellos, para que tengan fe, esperanza, que busquen, que desde luego su hijo no está muerto; que su hijo está en el Cielo, en los brazos de la Madre del Cielo. Y lo que sí animaría a todo su entorno es a que les quieran; que les quieran profundamente, y quienes son creyentes que recen con pasión para que Dios les vaya dando fuerzas y les vaya reconduciendo.

Paqui Pallarés
Directora Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada

Nota: Esta entrevista se emitió en “El Espejo” de COPE Granada (87.6 FM) y COPE Motril (95.2 FM) el pasado 15 de febrero. El programa está disponible pinchando este enlace.

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