Fecha de publicación: 24 de julio de 2019

Cuéntenos como fue su llamada vocacional.

Desde pequeño era monaguillo en el Convento de las Carmelitas, me llamaba la atención, quería ser sacerdote. Estudié en los Salesianos en Granada y después en Antequera. Ingresé en el Seminario de los Salesianos de Antequera en 1953 y me ordené un 12 de abril de 1969 en Sevilla. Volví a Granada en 1986 sirviendo desde entonces como pastor en la diócesis.

¿Qué ha significado para usted cumplir estos 50 años como sacerdote?

“Servir y dar la vida” era el lema de la foto de grupo que hicimos el día de mi ordenación. Mi lema como sacerdote es “Heme aquí”. Yo siempre tuve muy claro que tenía que estar disponible para servir donde me enviasen. Esta disponibilidad ha llegado hasta el extremo, en estos 50 años he tenido 17 destinos diferentes en varias provincias y para mí eso ha sido muy importante. El Señor es el que en último término ha llevado a buen término todo lo que yo haya podido hacer.

Háblenos de sus destinos pastorales en la diócesis

Mi servicio pastoral en Granada comenzó como coadjuntor en Almuñécar, y también dando clases en el instituto, después pasé por La Herradura, Albondón, Albuñol y en 1997 llegue a la parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación, en Motril, que para mí fue de los destinos más inesperados, estaba recién llegado a la diócesis Mons. Antonio Cañizares como arzobispo de Granada, y para mi fue una sorpresa ser nombrado párroco de Nuestra Señora de la Encarnación. Mi último destino fue la parroquia de Santa Teresa a la que actualmente sigo visitando de vez en cuando.

¿Cuál es la principal bendición de la vida sacerdotal para usted?

Sin duda la gente que he podido conocer a lo largo de mi ministerio, me he sentido querido y acogido.

¿Y el principal desafío?

Mantenerse siempre disponible y obediente sin apegarse a nada. La disponibilidad es fundamental.

¿Qué le diría a los jóvenes que se sienten llamados hoy en día a ser sacerdotes?

Los animaría a dar su sí al Señor y también a prepararse muy bien, no andarse por las ramas ni a medias.

¿Cuáles son sus aficiones?

Me gusta mucho leer, viajar también, conocer mundo y gente.

¿Cuál es el sacramento más especial para usted?

Sin duda la Eucaristía. Mi centro es la Eucaristía y procura celebrarla con toda devoción y teniendo presente al mundo entero, Cristo murió por todos y la Eucaristía es para todos sin excepción, eso yo lo llevo en el alma, y coloco en ella como intención a los que más sufren y más lo necesitan.

¿Qué experiencia le queda aún por vivir?

Tal vez me gustaría poder estar en Roma con el Papa Francisco igual que estudié mis tres años de filosofía allí en los tiempos del San Juan XXIII. También me quedé con las ganas cuando era joven de partir en misión a otro país. En mi vida siempre me ha gustado estar con aquellos a los que nadie echa cuenta.

María José Aguilar
Secretariado de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada