La Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que celebramos cada año en el día de la Ascensión del Señor es un buen momento para mirar el mundo de la comunicación desde la óptica del tiempo en que vivimos. Miramos este servicio con agradecimiento profundo. La comunicación es imprescindible para el desarrollo de las personas y de las sociedades libres. Como apunta el Evangelio, pensamos que sin verdad no es posible la libertad (Cfr. Jn 8,32), y sin libertad no es posible la convivencia digna. La comunicación nos ayuda a conocer la realidad y el entorno en el que vivimos, a formar criterio sobre las corrientes sociales y culturales, a desarrollar las dimensiones lúdicas y solidarias de la persona. Todo ello es necesario para el desarrollo vital de un pueblo.

Muchas personas trabajan para hacer posible este servicio. Comunicadores, reporteros, locutores, técnicos, periodistas, y tantos otros profesionales de la comunicación, entregan buena parte de su tiempo con profesionalidad y rigor para servir en la sociedad. A veces este servicio tiene su origen en una vocación personal, una llamada recibida para contribuir al bien común. En ocasiones, vemos con tristeza que la búsqueda de intereses personales ajenos al bien común ha atacado esta libertad con violencia verbal o incluso física. Algunos periodistas, también recientemente, han entregado sus vidas al cumplir con su misión. Vaya ahora para ellos nuestro reconocimiento, agradecimiento y oración. Dieron su vida por nuestra libertad.

En su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que se hizo público en la fiesta de S. Francisco de Sales, el Papa Francisco anima a los periodistas a renovar su empeño e ilusión por esta profesión. Con el lema «Ven y lo verás» (Jn 1,46). Comunicar encontrando a las personas donde están y como son, el Papa anima a “ponerse en marcha, ir a ver, estar con las personas, escucharlas, recoger las sugestiones de la realidad, que siempre nos sorprenderá en cualquier aspecto”.

Precisamente en este tiempo, en medio de las dificultades que ha traído a todos la pandemia del Covid-19, es necesario para los periodistas renovar el esfuerzo de conocer la realidad de primera mano. Pedimos que no se caiga en la tentación de un periodismo de redacción, de mesa y ordenador, un periodismo sin salir a la calle, sin el encuentro personal con la noticia y con sus protagonistas. En la comunicación, nada puede sustituir completamente el hecho de ver en persona. Por eso, es preciso hacer visible las noticias con rostro, especialmente aquellas que ponen en valor la dignidad de la persona, como gestos de solidaridad que hemos conocido en medio de la dureza de esta crisis sanitaria. Algunos valores se pueden aprender sólo desde el testimonio de quienes lo viven narrados por la comunicación.

Somos conscientes de que este servicio a la sociedad está acechado por múltiples peligros. El caos que ocasionan las noticias falsas que se difunden sobre todo en las redes sociales, ha querido ser contrarrestado con una proclamación de verdades oficiales desde instituciones públicas. En realidad, esta idea incrementa los riesgos contra la verdad y ofrece un panorama bastante cercano al que describieron algunas novelas distópicas de inquietante actualidad. No es menor el riesgo que supone a la libertad el señalamiento desde posiciones políticas de periodistas y de medios de comunicación, o la prohibición para la cobertura informativa de los actos políticos. Limitar el ejercicio del periodismo o señalarlo es limitar y señalar el ejercicio de la libertad.

Otro riesgo de la profesión es el que provoca el ritmo frenético de la actualidad y la exigua calidad de algunas fuentes de información que pueden arrinconar los principios esenciales de la profesión. Sin embargo, también en este tiempo difícil es preciso, quizá más que nunca, verificar las fuentes, contrastar las informaciones, corregir los errores, rectificar las informaciones.

Se puede afirmar con convicción que la verdad implica un esfuerzo grande para encontrarla y un esfuerzo mayor para ofrecerla. Pero, como dice el Papa Francisco, no podemos perder de vista que el trabajo del periodista es “útil y valioso sólo si nos empuja a ir y a ver la realidad que de otra manera no sabríamos, si pone en red conocimientos que de otro modo no circularían, si permite encuentros que de otra forma no se producirían”. Los profesionales de la comunicación deben ser, con su trabajo, generadores de espacios de encuentro con la verdad de las personas y de los acontecimientos.

Por todo ello, los obispos miembros de esta Comisión para las Comunicaciones Sociales, queremos animar a todos los comunicadores en estos momentos de dificultad para el ejercicio de una labor imprescindible. Al mismo tiempo, invitamos a las empresas informativas a poner el acceso a la verdad por encima de otros intereses legítimos, pues su primera y gran responsabilidad es con la verdad y con la sociedad. Por último, todos los que nos beneficiamos de esta labor, somos también corresponsables con la verdad, sobre todo en el ambiente de las redes sociales y en la difusión de noticias verdaderas que ayuden a la mejora de nuestra sociedad.
Que la Virgen María, madre de Jesucristo, al que conocemos como la Verdad ayude a todos los profesionales en el ejercicio de una misión digna y honesta para el bien de la sociedad.

Mons. José Manuel Lorca, obispo de Cartagena y presidente de la CECS
Mons. Salvador Giménez, obispo de Lleida
Mons. José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián
Mons. Sebastià Taltavull, obispo de Mallorca
Mons. Antonio Gómez Cantero, obispo coadjutor de Almería
Mons. Francisco José Prieto, obispo auxiliar de Santiago de Compostela
Mons. Joan Piris, obispo emérito de Lleida