Fecha de publicación: 2 de septiembre de 2016

Es evidente que sólo en las lecturas que hemos oído hay multitud de símbolos como os decía antes. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Eso es una frase de un salmo, de cómo el Señor se sirve de instrumentos pequeños y pobres para hacer cosas maravillosas. Los cristianos inmediatamente después de la Resurrección del Señor lo aplicaron a Cristo. Los arquitectos, las autoridades religiosas judías, habían desechado a Jesús, lo habían condenado a muerte, y sin embargo Cristo es la roca por la que se construye, con la Creación entera, un templo al Señor.

O cuando Jesús habla del templo de su cuerpo. O sencillamente la aplicación de esa realidad a nuestra Iglesia, la verdadera Iglesia. Este edificio es instrumental. ¿Instrumental a qué? Pues, a que cada uno de nosotros, en todas las circunstancias de nuestra vida, podamos vivir con la conciencia de que somos miembros de Cristo, miembros de su cuerpo, de que somos en realidad hoy su humanidad, su cuerpo presente en medio de este mundo herido, destrozado en tantos sentidos. Era imposible en estos días de atrás ver la realidad de esos alrededor de dos millones de jóvenes que en una libertad absoluta, y sin embargo, expresaban la belleza de un pueblo unido más allá de todas las fronteras. Había, o por lo menos yo tuve la ocasión de encontrarme con alrededor de doscientos chicos y chicas que habían venido de Irak, de la ciudad de Erbil, y así hasta 187 países; nos cruzábamos por la calle, era como una riada, imaginaos una ciudad del tamaño de Granada -Cracovia no es más grande-, imaginaos la llegada de dos millones de chicos a esa ciudad. Qué podía ser. Era un espectáculo simplemente estar allí y mirar; mirar la posibilidad de un mundo nuevo, la posibilidad de un mundo diferente, de un mundo de hermanos. Comentó al final de la Jornada uno de los jefes de la policía, que en toda la semana que había precedido al acto con el Papa y hasta después del final de la Jornada, no había tenido una sola denuncia, ni entre los chicos que habían venido, ni en la ciudad de Cracovia. Es verdad que probablemente cualquier delincuente un poco espabilado había escapado de Cracovia esos días porque estaba llena de policía por todas partes. Pero es verdad también que aquellos chicos no hacían mas que bailar, cantar y gritar a los policías a ponerse, y terminaban un grupo de franceses que me encontré yo en una plaza que terminaron los policías bailando en corro con ellos. Eso es una cosa inimaginable. Cuando se acercaron a alguna patrulla de policía que estaban en aquella plaza los policías no sabían qué hacer. Los chicos empezaron a cantar y a cantar con ellos y terminaron enganchando a los policías y los policías terminaron bailando en corro. Ellos, los policías, eran polacos, aquéllos, eran franceses: daba lo mismo.

¿Por qué digo eso? Ese es el pueblo que nace de esa roca que es Cristo. Si realmente nos creyéramos lo que hemos aprendido en el catecismo, lo que decimos en el Credo, sencillamente, y nos pusiéramos a vivirlo… El Papa nos lo dijo con mucha claridad: “Estamos en guerra”. No hay que construir muros. Hay que tender puentes. Y lo que uno percibía allí era justamente esa posibilidad de un pueblo de hermanos, una novedad de vida que nace de Cristo, la roca; el altar es de piedra, y una sola piedra justo para expresar eso, que hay una roca a la que podemos acudir siempre en nuestras vidas. Os acordáis de la palabra de Jesús que dice al final del Sermón de la Montaña, el que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a un hombre que edificó su casa sobre roca y el que escucha estas palabras mías y no las pone por obra se parece a uno que edificó su casa sobre arena. Situaros en Palestina, es un paisaje bastante parecido al nuestro, ¿qué pasa cuando uno edifica sobre arena? Efectivamente, un día hay una tormenta y la casa se la lleva el agua. Y tenemos también experiencia de eso muy cerquita de aquí. Y en cambio, ¿qué pasa sobre una casa que tiene unos cimientos de roca? Que pueden venir tormentas, que puede venir lo que sea. Pero, ¿se está refiriendo el Señor a una casa física? No, se está refiriendo a la vida humana, la vida personal, individual de cada uno, y nuestra vida como pueblo, nuestra vida como comunidad, nuestra vida como realidad social que es la Iglesia en medio de este mundo. Somos portadores de una posibilidad de vida, de un amor tan fiel y tan invencible a todo ser humano, sea quién sea, tenga las heridas que tenga, sea cual sea su historia, sus cualidades, sus crímenes; el amor de Dios es tan grande que podemos acercarnos a cualquiera e invitar a vivir esta vida que es la vida nueva en la libertad de los hijos de Dios. Repito, he estado en un espectáculo en Cracovia, y es lo que los chicos han traído de manera más evidente. Yo, al menos, es lo que he percibido, y era lo que yo veía, y no se cansaba uno de ver lo mismo. A las once de la noche en una de las plazas de Cracovia, estaba habiendo un festival de rock con música cristiana y en la misma plaza de ese festival, cien metros más adelante, había una carpa y en esa carpa había gente adorando al Santísimo, y cien metro más atrás, en la misma plaza, había veinte sacerdotes confesando, y por la plaza no paraban de pasar chicos de todas las naciones que se unían al festival de rock, o que se ponían un momento a adorar al Santísimo.

Dios mío, el cristianismo tiene un significado, no es simplemente una serie de creencias o no es una ideología, no es una utopía, es una experiencia posible, basta coger la verdad del anuncio del que es portadora la Iglesia, lo digo con palabras de Juan Pablo II: “La Iglesia quiere decirle a cada hombre y a cada mujer, Dios te ama, Cristo ha venido por ti”. Eso es lo que se puede renovar aquí una y mil veces de forma que podamos ser en este mundo tan roto testigos de una novedad –repito- no utópica (lo utópico son las ideologías, tanto las ideologías liberales como las marxistas). El cristianismo no es una ideología. El cristianismo es una experiencia viva que no para de generar humanidad del costado abierto de Cristo.

Dicho eso, tres palabras nada más: consagración. ¿Qué significa consagración? Significa que una cosa se hace sagrada. ¿Y qué es una cosa sagrada? Es una cosa que sólo se usa para aquello para lo que está dedicado, para lo que sirve. El cuerpo humano es sagrado. El lecho matrimonial es sagrado. La comida de una casa debería ser sagrada, el lugar donde se come juntos, donde la familia se reúne a comer juntos, al menos una vez a la semana. Nuestra vida es sagrada, no se usa nada mas que para aquello para lo que hemos sido creados. Nadie puede usar otra vida humana y si la usa, está haciendo un crimen. Decir que algo es sagrado es decir que está para lo que está y no es está para nada más. ¿Qué es para lo que está? Para lo más importante de nuestra vida que es que el Señor pueda venir a nosotros. Eso es lo que significa consagración.

Otra palabra que se usa y que es sinónima de la anterior es dedicación. Un templo se dedica, una iglesia se dedica a aquello para lo que una iglesia es. Entonces, segunda palabra: Iglesia. ¿Qué es la Iglesia? La Iglesia es lo que hemos visto en la televisión estos días en Cracovia. La Iglesia es el pueblo que nace del costado abierto de Cristo; la Iglesia es una comunidad que se reúne en torno a Cristo, en torno al don de Cristo, en torno a la vida que Cristo nos comunica en el Bautismo. Señalo los momentos más significativos: son los sacramentos, pero, sobre todo, aquellos que tienen lugar en el Bautismo, en la Confirmación, en la Eucaristía, en el Perdón de los Pecados, en el Matrimonio. Aquellos momentos de la vida en los que la vida de Cristo la llena de buen gusto por la vida y engendra una capacidad de amar que está más allá de las fuerzas de nuestros propios corazones. Eso es la Iglesia. Y el edificio, ¿para qué es? Para que eso sea posible. Y eso se realiza en los sacramentos que se van a celebrar aquí y se realiza también comiendo paellas juntos, que se puede hacer ahí fuera, o se puede hacer en una de las cosas más complicadas de este edificio que el arquitecto no nos habrá explicado que es el hacer, al lado de la playa, un sótano igual de grande que éste donde uno puede reunirse, cantar, enseñarles catequesis a los niños o hacer una obra de teatro, o ciertas cosas que nos hacen darnos cuenta como estos días (ndr. JMJ Cracovia 2016) que somos un pueblo, que somos una familia. Éramos una familia de dos millones de jóvenes, acompañados por sus sacerdotes, por sus obispos, y por el Santo Padre, por el Vicario de Cristo. Aquí seréis una familia si Dios quiere acompañados por vuestro párroco. Y eso es la Iglesia. Y a eso es a lo que consagramos este edificio. Es una cosa tan bella, tan hermosa, construir eso en el día a día, para que cada uno de nosotros podamos llevar a Cristo donde vayamos: a un cumpleaños, a ver una buena película, a visitar a un enfermo, a romper la tirantez que tenemos con el hermano de mi cuñado. Cristo va con nosotros donde vayamos porque somos su cuerpo, alimentados con su Vida divina.

La tercera palabra es parroquia. ¿Qué significa parroquia? Es una palabra griega. Al principio, en los primeros siglos de la Iglesia, en cada ciudad y en cada sitio sólo se celebraba una eucaristía, la que celebraba el obispo con sus sacerdotes y el pueblo cristiano que se podía reunir, y luego se llevaba la eucaristía a quienes no habían podido estar; pero sólo había una misa en cada lugar donde había un sucesor de los apóstoles. Y luego empezaron a surgir las parroquias a medida que el pueblo cristiano se hizo más grande. ¿Qué significa parroquia?: Cristo junto a las casas, “paraoikía”, “junto a las casas”, literalmente; entonces, es la vida de Cristo, la vida de la Iglesia junto a nuestras casas. Aquí va a estar junto a nuestras casas y junto a nuestra playa. ¡Bendito sea Dios que al Señor lo podamos tener cerca! Las playas también son un lugar donde se puede hacer familia, y donde se hace familia, en muchas ocasiones, de una manera que no se hace durante el año. Es Cristo junto a nuestras vidas, junto a nuestra realidad, Cristo junto a nosotros.
Que también nosotros aprendamos a ser como Él, próximos de los que están cerca de nosotros.

Vamos pues a consagrar la Iglesia, a darLe gracias al Señor y a celebrar la primera eucaristía en ella. Y queda abierta para vosotros.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
5 de agosto de 2016, Playa Granada (Motril)

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