Fecha de publicación: 6 de marzo de 2016

Querida Gema, Alex y Lucas,
querido Director General,
mandos del Cuerpo Nacional de Policía,
miembros de número del mismo Cuerpo y de otros Cuerpos de Seguridad del Estado,
autoridades civiles,
queridos todos:

Parece que las lecturas de hoy no son las más adecuadas para lo que estamos viviendo y para lo que nos ha reunido aquí, la muerte violenta, el asesinato, de Jorge, cumpliendo su deber y llevando a cabo una misión que siempre es misión de diálogo y de paz. Y sin embargo, yo quisiera deciros, sobre todo a vosotros dos (ndr. a los hijos), que vuestro padre vive, lo mismo que le dijo el Señor al funcionario real, de otra manera… no habléis nunca de papá en pasado. Vuestro padre vive. El amor de Dios es infinito.

Jesucristo nos ha revelado que nuestra vida no es para las cosas que podamos conseguir en este mundo, muchas o pocas, grandes o pequeñas, sino que el destino de nuestra vida, la meta de nuestra vida, es Dios. No es ni siquiera la memoria de los que nos quieren, porque esa memoria se gasta enseguida, se acaba enseguida. No es la memoria de las cosas grandes que hayamos podido hacer, también esa memoria se acaba. Es Dios quien no se olvida ni un segundo de nosotros y es Dios quien nos acoge. Hemos nacido para Él y, por muy dolorosa y terrible que sea la experiencia de perder a un ser querido –y es la más dolorosa de todas en esta vida-, nosotros tenemos la certeza (y eso es lo que hace grande el hecho de ser cristiano) de que nuestro destino es Dios. Jesús nos ha abierto el camino de la Vida Eterna.

Decía yo que las lecturas no eran muy adecuadas. Son las del tiempo de Cuaresma, son las que corresponden al día de hoy. Pero cuando el profeta habla con imágenes de que el que viva cien años le parecerá que es poco, está describiendo el Cielo, está describiendo la Vida Eterna, está describiendo una novedad que Dios había prometido al Pueblo de Israel. Esa novedad ha empezado para nosotros en Jesucristo, ya está en el mundo. Nosotros podemos vivir con una esperanza, con una certeza, primero de que el bien siempre vence al mal, por muy poderoso que el mal parezca, y hay veces que parece muy poderoso, y tal vez, en el momento en que nos toca vivir, uno tiene la impresión a veces de que la violencia colma el mundo y está como desatada y desbordada en todas las partes del mundo, en unas más que en otras, pero un poco en todas partes, como si hubiéramos perdido la racionalidad, el sentido común; y sin embargo, nosotros sabemos, y lo sabemos por experiencia, por la experiencia de la historia, y por la nuestra propia, que hemos conocido un amor que es más fuerte que todo el mal del mundo, que hemos conocido una misericordia que es, como dice el Papa, el nombre de Dios, que es capaz de abrazar nuestra pequeñez y que nos ha abierto, Jesucristo nos ha abierto el camino a esa misericordia de una manera donde ni siquiera la muerte tiene la última palabra sobre nuestras vidas. Por eso, os puedo decir que papá vive, que está con vosotros, está de otra manera, seguro que no podéis jugar con él al futbol, seguro que no podéis hacer un pulso o hacer una pelea con él en casa como seguramente habéis hecho tantas veces, pero puede estar más cerca de vosotros porque el cuerpo, es verdad, que es el instrumento por el que nos unimos mientras estamos de peregrinación aquí en la tierra, pero también es verdad que el cuerpo nos separa y ahora papá está junto al Señor y no hay nada que le separe de vosotros, por lo tanto os puede guiar, ayudar, acompañar, de una manera distinta, que no os va a quitar ratos de lágrimas y ratos de conciencia de la soledad, pero que os puede permitir vivir con la única esperanza sólida, real. El sentido de nuestra vida o es la Vida Eterna o no es ninguno, pero si no es ninguno, al final le damos la razón a la violencia, porque la vida se reduce entonces a luchas de poder, al “pez grande se come al chico”, a quien tiene más fuerza… y esa vida no es humana, no merece la pena vivirse, no valdría la pena vivir así.

Gracias. Vamos a dar gracias dentro de un momento a otro, porque en los funerales los cristianos decimos siempre “es justo y necesario darte gracias en todo lugar y siempre”, y a veces no le sale a uno del corazón decir eso. Pero no damos gracias porque Jorge haya muerto, cómo vamos a dar gracias por eso. No damos gracias por el mal y la miseria y la violencia que han acabado con la vida de tu marido y de vuestro padre. Damos gracias por Jesucristo, que en las circunstancias más terribles de la vida es capaz de dejar en nuestro corazón la siembra de una esperanza que no defrauda y de una esperanza que es más fuerte que todo el mal del mundo.

Dios mío, sólo se defiende la libertad cuando hay personas que tienen la conciencia de que la libertad vale más que la vida. Sólo se defiende la dignidad humana cuando hay personas que tienen la conciencia de que la dignidad humana vale más que la vida y que las cosas de la vida. Y sólo se defiende una sociedad construida sobre el amor y el deseo del bien común cuando hay personas que están dispuestas a dar su vida por ese amor y por ese bien común. Sentíos siempre orgullosos de vuestro padre y de tu marido. Sentíos orgullosos de todos aquellos que han dado su vida, o perdido su vida, o ganado su vida, su vida definitiva, en el cumplimiento del deber y en el servicio a nuestros hermanos. Y a nosotros que vamos de camino y que caminamos todavía un poco con frecuencia entre nieblas, como dice el Salmo, por cañadas oscuras, por valles de tinieblas, que el Señor nos dé la conciencia de que Él es nuestro pastor, de que Él nos acompaña, de que no estamos solos y de que Jorge y muchos otros amigos, muchos otros familiares nos aguardan del otro lado del silencio de la muerte con los brazos abiertos que Dios en Jesucristo nos ha mostrado que tiene para nosotros, para cada uno de nosotros, sea cual sea nuestra historia, si el amor y la misericordia de Dios son más grandes que nuestras debilidades y para con nosotros, para con todos los hombres.

Que el Señor nos sostenga, que os sostenga a vosotros, hijos, en la esperanza, en la certeza de que la victoria es de Dios y del amor de Dios y que quienes usan a Dios, también es importante recordarlo, quienes usan a Dios para matar o para hacer violencia parece que eso es religioso. No es religioso. Es la manera mas vil de usar el don más grande que tenemos los seres humanos en la vida, el tesoro más grande que tenemos, que es Dios. Es como cuando se usa el amor para cosas que nos son el amor, o se usa la palabra amor para cosas que no son el amor. Sucede todos los días, pero eso no nos hace odiar el amor, nos hace buscarlo con mayor sencillez, con mayor verdad. Lo mismo, que hay quienes usan a Dios, que a veces tal vez nosotros mismos lo hayamos podido hacer en alguna ocasión, usar a Dios en función de intereses o de otras cosas o de búsquedas de poder o así, eso no es servir a Dios, eso es servirse de Dios y es una forma terrible de blasfemia.

Vamos a pedirLe al Señor que nos sostenga a todos en la fe, en la esperanza y en la convicción de que Dios, el Dios que es amor, el único Dios verdadero, tiene la victoria final sobre todo el mal, también en nuestras vidas, pero también en el mundo.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

7 de marzo 2016
Iglesia de Jerónimo

Escuchar homilía