Fecha de publicación: 28 de julio de 2021

Conchita Barrecheguren falleció de tuberculosis a los 21 años, viviendo esta enfermedad con profunda fe, por lo que su devoción es especialmente grande entre quienes pasan por esta prueba. Junto a su padre, que, tras quedarse viudo y fallecer su hija, se ordenó sacerdote misionero redentorista, también vivió una profunda fe que le ha llevado a ser Declarado Venerable. Sus procesos de canonización continúan abiertos. Recuperamos una entrevista a D. Francisco Tejerizo, sacerdote diocesano redentorista y Vicepostulador de la Causa de Francisco y Conchita, emitida en “El Espejo” en COPE Granada y COPE Motril.

– Qué distingue a Conchita.
Una vida cristiana, cotidiana, en la normalidad de su ser joven en la ciudad de Granada a principios del siglo XX. Es verdad que con unas características de debilidad de salud, que la van a dar que conocer. A su vez, el padre Barrecheguren, una vez que muere su hija y se hace religioso redentorista, y vive su sacerdocio en el santuario del Perpetuo Socorro, también llama la atención, no sólo por ser el padre de Conchita, sino por el modo en que él ejerció el ministerio sacerdotal, pendiente sobre todo de los enfermos y de las personas mayores.

– Qué devoción hay.
Es una devoción no sólo en Granada. En Granada, es muy conocida y está extendida por toda la provincia y la Diócesis, pero supera los límites de Granada. Ante la Declaración de Venerable por parte del Papa, he recibido notificaciones de Alemania, de Francia, de Inglaterra, de Venezuela, de México. Son muchísimos los países en los cuales se conoce la imagen de Conchita Barrecheguren y se le tiene devoción.

– Vivía en la cotidianidad y, desde ahí, ha llegado a la santidad. A veces, pensamos que hay que hacer cosas extraordinarias en ese camino de la santidad, cuando el Señor la otorga viviendo el día a día, en sus circunstancias, como es en una situación de enfermedad.
Tanto Conchita como su padre y madre, viven en un sitio céntrico de Granada, en Gran Vía, y hacen una vida normal. El padre Barrecheguren, con la administración de un negocio familiar de tejidos; y su esposa, doña Concha, vive en su casa. Y Conchita es la hija del matrimonio. Empiezan a llamar la atención porque la gente les ve salir cada tarde a visitar el Santísimo Sacramento, y empiezan a hablar de ellos diciendo “esa niña, que va con su padre…”. Y así empiezan a ser conocidos: la niña que va con su padre; que van a visitar al Santísimo Sacramento; que van a la iglesia, donde se tiene la exposición del Santísimo Sacramento; que cada tarde visitan a la Virgen de las Angustias… Así empiezan a ser conocidos. Poco tiempo después, se presenta la enfermedad de Conchita, que es la tuberculosis. En aquel momento del siglo XX, la tuberculosis era una enfermedad terminal, que la medicina todavía no conoce. Conchita con 21 años muere. Y el modo en que ella vive esos últimos 6 años de su vida, más la delicada salud que tuvo anteriormente, es lo que empieza a llamar la atención. Poco después de morir ella, aparecen unos escritos de Conchita. Y esos escritos comienzan a circular de mano en mano. Y sabiendo cómo ella ha vivido y ha hecho frente a la enfermedad, es lo que hace que muchas personas empiecen a decir “la santa o la santidad que murió en la ladera o en la Alhambra”. Hoy, los escritos de Conchita, además de que recibieron la aprobación de la Iglesia por el Papa Pío XII, están extendidos por todo el mundo, incluso traducidos algunos al italiano. Se publican sus meditaciones, su diario espiritual, su via crucis, etc. Cuando me hice cargo del proceso de beatificación de Conchita, descubrí que la situación de enfermedad que vivió Conchita conectaba con tantos enfermos… Cuando uno está bien de salud no es fácil identificarse. Pero, cuando uno está enfermo, es también fácil identificarse con otro enfermo. Hablamos esto en un momento en que tantas personas están sufriendo tanto y hay tantos que han visto su vida truncada pronto por culpa de la pandemia, igual que la vida de Conchita, con 21 años, la enfermedad acabó con ella.

– Es una intercesora para quienes pasan esa prueba de la enfermedad. Qué ecos de intercesión de Conchita y Francisco se han recibido.
Registro de favores o de supuestos milagros atribuidos a Conchita son incalculables. A partir del año 2000, comencé a coleccionar los testimonios. Venimos recogiendo una media de 500 testimonios anuales. Esos testimonios presentan de todo, desde personas enfermas que acuden a Conchita, personas con problemas laborales, con problemas económicos, con problemas de familia, y también con problemas sentimentales. Incluso, problemas espirituales. Muchos de ellos se publican semestralmente en un boletín que damos a conocer. Destacan muchas curaciones. Muchos de esos favores vienen anónimos. Me gustaría invitar a tantas personas que se ven favorecidas por Conchita o Francisco Barrecheguren que me den sus datos personales para estar en contacto con ellos. Muchos vienen anónimos, pero los que vienen identificados hay que proceder a una investigación, a un estudio canónico. El último que se ha hecho es el de una niña en la ciudad de Alicante que sufría un shock séptico con fallo multiorgánico, le fallaron todos los órganos. La niña tenía 16 meses. Estaba en la UCI y allí introdujeron una medallita de Conchita en un oso de peluche de la niña. Y ahí comenzó la recuperación de la niña. Se hace el estudio en la diócesis de Alicante y, en estos momentos, está en Roma a la espera que sea reconocido como supuesto milagro de Dios a través de la intercesión de Conchita. Del padre Barrecheguren también hay muchos favores, unos 100 o 150 anualmente.

– El padre de Conchita se quedó viudo y, al cabo de los años, decidió ordenarse sacerdote misionero redentorista. Cómo viven en la comunidad este hecho.
Cuando el padre Barrecheguren dice que “cuando pienso en ser misionero redentorista, Dios ha querido que los redentoristas acompañaran espiritualmente a Conchita; pues, si los sacerdotes han acompañado a mi hija, yo también quiero estar entre los redentoristas”. Eso le hace dejar todos sus bienes. Constituye el Patronato de las Escuelas Conchita Barrecheguren, para la educación de niños y niñas pobres, ingresa en la congregación del Santísimo Redentor y con 67 años se ordena sacerdote. Hace el esfuerzo de adaptarse a la vida religiosa. Eso llama la atención en Granada. Se convierte en el hermano Barrecheguren y terminará siendo el padre Barrecheguren. Para los redentoristas de Granada, de España y de todo el mundo, es una alegría identificar a un hombre que ha sido joven, estudiante universitario en Granada, esposo, padre de familia, educador de su hija, religioso, misionero, sacerdote. Ha sido una figura enorme de una riqueza y de una pluralidad muy llamativa.

Paqui Pallarés
Delegada de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada

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