Jacobo nació en La Flèche (Francia) el 19 de abril de 1747 en una familia de clase media. Una vez ordenado sacerdote, fue enviado a Bailleul, donde estuvo como vicario durante diez años. Posteriormente ejerció de párroco en La Breyére, pero su salud no era muy buena y consiguió que le dispensaran de cargos directamente pastorales y lo trasladaran, en 1789, a la propia capital diocesana, Angers, como capellán segundo de las carmelitas.

Llegada la Revolución, al no ser funcionario público, no estaba propiamente obligado a prestar el juramento constitucional, pero eso no le evitó ser detenido y recluido en el seminario el 17 de junio de 1792. De allí fue llevado a Nantes y se libró de momento de la deportación y de haber terminado en los pontones de Rochefort porque los médicos certificaron su mal estado de salud. Siguió en prisión hasta que logró escaparse el 27 de julio de 1793.

Se hizo pasar por carretero y así volvió a Angers donde hizo cuanto bien pudo. Reconocido el 11 de octubre de 1794 cuando llevaba los sacramentos a un enfermo, hubo de comparecer ante el Comité, que lo reenvió al tribunal de lo criminal, que lo sentenció a muerte alegando como causas no haber prestado el juramento constitucional y haberse escapado cuando estaba designado para la deportación.

Subió con serenidad las escaleras del cadalso y recordó que era la víspera de Santa Teresa. Fue guillotinado en la plaza de Angers el 14 de octubre de 1794. Fue beatificado el 19 de febrero de 1984 por el papa Juan Pablo II.