Fecha de publicación: 26 de noviembre de 2020

En la noche del 27 de noviembre de 1830, Santa Catalina Labouré, la víspera del primer domingo de Adviento, noto algo así como el roce de un traje de seda mientras estaba haciendo su meditación.

En su convento de las Hijas de la Caridad en París, Santa Catalina vio a la Virgen María vestida de blanco y cubierta con un velo blanco. Estaba de pie sobre un globo blanco y sobre sus manos sostenía otro globo dorado coronado con una cruz, que ofrecía como suplicante a Catalina.

Enseguida las manos de María se llenaron de anillos, hasta aparecer tres en cada dedo: Tenia tres anillos en cada dedo; el mas grueso junto a la mano; uno de tamaño mediano en el medio, y uno mas pequeño, en la extremidad. Esos anillos se llenaron de luces que brillaban y se derramaban en todas direcciones. En este momento se apareció una forma ovalada en torno a la Virgen y en el borde interior apareció escrita la siguiente invocación: “María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que acudimos a ti”

El significado de esta aparición lo supo al poco Santa Catalina, cuando le dijo la Virgen: “Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán mas abundantes para los que la lleven con confianza”. Con la aprobación de la Iglesia, las primeras Medallas fueron creadas en 1832 y distribuidas en París, y desde entonces se han ido popularizando en el mundo entero.

La medalla milagrosa es ante todo un signo de fe, oración y unión con la Virgen María. Los milagros principales operan en el corazón de cada persona. Son un instrumento para acercar hacia la paz y la presencia de Dios, como una ayuda a la conversión. La Medalla se conoció originalmente como “la de la Inmaculada Concepción”, pero al expandirse la devoción acabó denominándose como “La Medalla Milagrosa”.